domingo, 22 de abril de 2018

El manantial de la salud

¡Hola, amigos!



¿Qué tal estáis? Espero que muy bien. Yo un poco menos agobiada porque he aprendido a programar entradas en el blog y creo que esto me va a resultar muy útil para no retrasarme con las publicaciones, que ya me veis últimamente, que llego a duras penas... ¡Malditas oposiciones!

Bueno, me dejo de rollos y voy al grano. Como lo prometido es deuda, voy a publicar la primera parte del relato que se publicó en la antología benéfica 40 Relatos de Fantasía y Ciencia Ficción que reseñé la semana pasada. ¿Adivináis el género? ¡Pues claro! ¡Fantasía, para no perder las buenas costumbres!

Y sin más dilación, aquí está:


EL MANANTIAL DE LA SALUD 

Noemí Hernández Muñoz



La joven Phiemi observó a su hermano con tristeza. La tos del pequeño Ronkim era cada día más acusada y sus asfixias más frecuentes. Lo había llevado ante todos los curanderos de la aldea, pero ninguno había logrado hacer nada por él. 

—Sus pulmones son débiles —le decían—. Prepárate para lo peor. 

Pero Phiemi no se resignaba. Había perdido a sus padres meses atrás. Si perdía a Ronkim ya no le quedaría nadie. Solo tenía seis años... 

Sin pensárselo dos veces, cogió a su hermanito de la mano y se dirigieron a la choza del hechicero. Si había alguien que pudiera hacer algo, era él. 

Cuando el venerable anciano escuchó su petición, miró al niño con interés. 

—No puedo hacer nada por él —le dijo—. Su mal está más allá de mi sapiencia. 

—Entonces, ¿qué puedo hacer? ¿Esperar a que muera? 

En la voz de Phiemi había rabia y súplica a partes iguales. 

El sabio se sentó frente al fuego de su cabaña mientras Phiemi sostenía a Ronkim, que se adormilaba en sus rodillas. 

—Hay un lugar tocado por los dioses —se atrevió a decir al fin el hechicero—: el Manantial de la Salud. Su agua es tan cristalina y pura que cura todos los males... 

—¿Dónde está? —preguntó Phiemi, con apremio. 

—Llegar hasta él no es fácil —advirtió el hombre sabio—. Muchos lo han buscado y han hallado la muerte en el camino. 

—¿Dónde está? —repitió Phiemi. 

El anciano exhaló un suspiro pesaroso. Temía conducirlos a la muerte. Finalmente, trazó un mapa. Para llegar hasta el Manantial, los hermanos deberían superar las pruebas de los cuatro elementos: primero deberían pasar por el valle del espíritu de la tierra sin dejarse tentar por sus dones, luego deberían pasar por el desierto sin que el genio del fuego los engañara y después deberían resistir las embestidas del elfo del viento, que expulsaba a cuantos se acercaban a la Montaña Helada. Sólo después de haber llegado a la cumbre, si el dios de la lluvia los consideraba puros de corazón, los dejaría beber del Manantial. 

Phiemi guardó el mapa del anciano y se preparó para marchar. 

*** 

El avance de los hermanos era lento. No disponían de caballo ni de ninguna otra bestia que los pudiera transportar y la enfermedad de Ronkim los obligaba a detenerse a menudo. A veces, al pequeño le costaba tanto respirar que Phiemi lo llevaba en brazos kilómetros enteros hasta que sus fuerzas sucumbían y tenían que volver a detenerse. 

—No puedes llevarme siempre, Phiemi —le dijo Ronkim a los pocos días del viaje. 

—Ya sabes que si no cargo contigo tus pulmones no resisten el esfuerzo —le respondió Phiemi, con dulzura. 

El pequeño acarició la mejilla de su hermana mayor. 

—Mis pulmones tendrán que aprender —le respondió. 

Desde ese día, el niño no permitió que lo volviera a llevar. Su camino se hizo más lento, pero también menos pesado. 

Una tarde llegaron a un hermoso valle cubierto de hierba y flores. Los árboles frutales se extendían hasta donde alcanzaba la vista y los hermanos se acercaron con entusiasmo a ellos, pues sus provisiones comenzaban a escasear. 

Después de llenar sus hatillos y sus estómagos, los invadió una gozosa sensación de sopor. La calidez del sol los invitaba a dormirse y se dirigieron a la sombra de un frondoso árbol. 

—Podría quedarme aquí para siempre —dijo Ronkim, recostado entre las raíces. 

—Yo también —añadió Phiemi—. Este lugar ayuda a olvidarse de las preocupaciones. 

La joven comenzaba a cerrar los ojos cuando le pareció ver algo extraño. No sabía qué era, pero la alarma se ciñó a su mente. Se incorporó y miró a su alrededor. ¿Qué había de raro en aquel lugar? 

Como un rayo, la realidad la golpeó: era demasiado perfecto. El color de las flores demasiado exhuberante, el canto de los pájaros demasiado melodioso y el sabor de las frutas demasiado exótico. 

Phiemi sacó de su macuto el mapa del hechicero y comprobó las indicaciones que le había dado. Hizo un cálculo rápido de sus avances y, cuando estuvo segura de que su hipótesis era correcta, sacudió a Ronkim por un hombro. 

—¡Depierta, rápido! ¡Corremos peligro! 

El niño se despertó molesto. Tenía sueño y las raíces del árbol, cubiertas por una mullida hierba le resultaban demasiado confortables tras tantos días durmiendo sobre piedras y tierra. Ignoró a su hermana y se dio media vuelta, pero las raíces se ondularon bajo él y se levantó de golpe, asustado. 

Los hermanos se cogieron de la mano y observaron el temblor del árbol. El tronco y las ramas se mecían en espasmos y, poco a poco, se transformaban en la figura de una hermosa mujer. 

—¿Por qué deseáis marcharos tan pronto de mi valle? —les preguntó—. Aquí podéis comer y beber cuanto queráis. También podéis descansar escuchando la melodía de los pájaros. Aquí siempre seréis felices. Todos lo son. 

El espíritu abrió los brazos como si quisiera abarcar el valle y su manto de hojas verdes se agitó con suavidad. Hasta los hermanos flotó un delicioso perfume floral y ambos sintieron la tentación de rendirse a sus palabras. 

Phiemi le sonrió y el ser extendió sus manos hacia ellos como si esperara un abrazo. La fragancia floral se hizo más potente y la joven sacudió la cabeza, atontada. Entonces supo con total certeza qué era lo extraño en aquel lugar de perfección. ¡Todos los árboles eran iguales! Desde la más pequeña hoja de las copas hasta la más profunda de las raices, todos los árboles mostraban el mismo aspecto, la misma cantidad de frutos, la misma altura, las mismas grietas... 

La joven se fijó mejor en las líneas de los troncos y descubrió lo que eran. ¡Eran rostros! ¿Cómo no los había visto antes? Los árboles eran las víctimas que se habían adentrado en el valle y habían sido seducidos por las promesas de felicidad del espíritu de la tierra. 

Vio que Ronkim se acercaba a la mujer-árbol para abrazarla y se abalanzó sobre él con un grito, sin importarle su delicado estado de salud. Rodaron por el suelo ante la mirada atónita del espíritu, que nunca antes había sido rechazado. 

El pequeño Ronkim, aturdido, se zafó de sus brazos y se levantó, dispuesto a acercarse de nuevo a la mujer. Phiemi se lo impidió, agarrándolo y susurrándole palabras sabias al oído. 

—Las promesas de dicha eterna son falsas, Ronkim —le dijo—. La auténtica felicidad hay buscarla, pues de otro modo es imposible alcanzarla. 

El niño se seguía revolviendo entre sus brazos mientras el espíritu de la tierra los observaba con una sonrisa plácida en los labios. 

—¿Por qué piensas que mis palabras son falsas? —prenguntó la hermosa mujer-árbol. 

—Porque he visto los rostros de los árboles de este valle —respondió Phiemi— y no parecen alegres. 

Ronkim miró a su alrededor y vio que Phiemi decía la verdad. Desde los troncos de los árboles, los rostros los observaban con expresión apenada. El niño sintió que su corazón se sobrecogía y dejó de resistirse a la protección de su hermana. 

—Quiero marcharme de aquí —dijo el niño. 

El espíritu de la tierra, sabiéndose vencido, inclinó la cabeza ante ellos y volvió a transformarse en árbol. 

Los hermanos se marcharon del valle a paso ligero, temerosos de volver a dejarse seducir por la comodidad del lugar. Caminaron y caminaron hasta salir de él y continuaron su viaje hasta dejarlo lo más lejos posible.




Si queréis saber cómo sigue el relato, ya sabéis dónde lo podéis encontrar. Os vuelvo a dejar el enlace de compra de la Antología Benéfica 40 Relatos de Fantasía y Ciencia Ficción.



Espero que os haya gustado esta primera parte del relato.

Ya sé que estáis esperando el desenlace de Casa de Fantasmas, pero me está resultando difícil terminarlo debido a todo el trajín que llevo en el día a día y a que quiero también participar en el próximo concurso indie de Amazon. Por todo esto, he pensado lo siguiente: en las próximas semanas voy a publicar reseñas y microrrelatos para ir más desahogada, ya que me cuesta menos trabajo que publicar relatos más extensos. Espero que me lo perdonéis.

¡Un abrazote!

4 comentarios:

  1. ¡Hola, guapa!

    Me ha llamado mucho la atención este libro, sobretodo por la portada (que es preciosa) y por saber si Ronkim consigue sobrevivir. Quizá le dé una oportunidad más adelante, pero por ahora no creo que lo haga porque tengo varios libros pendientes. De todas formas, gracias por traer esta reseña a tu blog y por la recomendación.

    ¡Besos y nos leemos!

    Marieta ~ Relatos de una náufraga

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    1. ¡Hola, Marieta! Me alegro de que te haya gustado el comienzo del relato. Espero que en el futuro te animes a leer la antología, porque hay muchos autores con estilos muy diferentes y unas historias maravillosas. De por no hablar que es por una causa benéfica.
      ¡Un abrazo!

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  2. Fantástico, Noemí. Un cuento que cumple todos y cada uno de los requisitos de un relato de Fantasía. Nos propones el conflicto de inmediato y nos enseñas ese camino iniciático que llevará a los pequeños a un final que presumo feliz pero que solo conseguirán tras pasar estas cuatro lecciones de la vida. La primera nos la muestras en esta parte: Quien algo quiere debe luchar por ello. Me has transportado al Génesis de la Biblia, ese valle bien podría ser el Paraíso perdido en el que el ser humano tuvo que elegir entre la felicidad aparente de la ignorancia o el tortuoso camino del conocimiento. Muy bueno.
    Te entiendo con lo del blog, es un tremendo ladrón de tiempo no solo el que te lleva preparar la entrada, sino la promoción posterior. Este año pensé que podría compaginarlo con la escritura de mi novela, pero es imposible. Este verano me parece que he de reflexionar muy a fondo sobre esto. Un fuerte abrazo!!

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    1. Me alegro de que te vaya gustando, David. Lo cierto es que es uno de mis relatos favoritos. Quizá porque es de esos que no me salió bien a la primera y lo tuve que reescribir para que quedara bien o tal vez porque está publicado en un libro benéfico. No sé, el caso es que me gusta porque el final me transmite... (no lo diré, que no quiero hacer spoiler, ja, ja, ja).
      Y sí, me inspiré en el jardín del Edén para esa escena. TAmbién recordé una de un libro que se llama "Siervos del maestro", que es la segunda entrega de "El viento en llamas", una trilogía estupenda que me encandilaba de pequeña y que cualquier adulto puede disfrutar. Te lo recomiendo.
      Y con lo del tiempo... ¿qué puedo decir? ¡Tempus fugit!
      ¡Un abrazote!

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