viernes, 25 de agosto de 2017

Las aventuras de Nuri, Noe y Sora: Capítulo 4

¡Hola, amigos!

¿Qué tal esta semana? Yo he descansado ya un poquito y he recargado pilas porque ¡ya he publicado Las aventuras de Nuri, Noe y Sora! Han sido unas semanas de mucho estrés, pero, al fin puedo descansar un poquito y volver a la normalidad, así que muy pronto notarías que las visitas a vuestros blogs vuelven a subir, ja, ja, ja.

Y, como ya me conocéis bien, vengo a dejaros con la miel en los labios regalándoos un nuevo capítulo de mi novelita infantil. Este será el último que cuelgue en el blog, ya que considero que con cuatro capítulos podéis haceros una idea bastante clara de lo que es la novela en sí, que tiene un total de trece capítulos. Son 205 páginas de diversión llenas de ilustraciones para los peques de la casa.

Por si alguien se ha perdido los tres capítulos anteriores, os los dejo aquí:


Y, sin más dilación, os pongo el cuarto:

LAS AVENTURAS DE NURI, NOE Y SORA

Noemí Hernández Muñoz

Capítulo 4: Onane, el país de los enanos





La piedra mágica había llevado a Nuri, Noe y Sora a Onane, el país de los enanos, que estaba en un mundo conocido como el Otro Lado. La enana chillona se llamaba Miranda y, una vez que la conocieron, les cayó muy bien. Su marido, Aymer, también era muy simpático. Ahora estaban viviendo en su casa hasta que encontraran la forma de volver a su mundo.

Aymer y Miranda preparaban unas meriendas de alucine, así que, al principio, no se preocuparon demasiado por volver a casa. Pero con el paso de los días, las tres amigas se dieron cuenta de que tenían que encontrar una forma de hacerlo pronto.

A Noe le daba la impresión de que Aymer y Miranda sabían por qué habían ido a parar al mundo del Otro Lado y eso le parecía sospechoso.

—¿No os dais cuenta? —les dijo a Nuri y Sora en una ocasión en que se quedaron solas—. Cada vez que nos preguntamos cómo hemos llegado aquí, Aymer y Miranda cambian de tema. Creo que intentan ocultarnos algo. ¡Tenemos que investigar!

—¡Yo me apunto! —dijo Nuri, encantada por meterse en nuevos líos.

—Y yo —añadió Sora con el ceño fruncido—. Creo que tienes razón. Nos ocultan algo. Pero, ¿cómo lo podemos descubrir?

Noe pensó un segundo antes de responder:

—Haremos una visita al pueblo. Miranda apenas nos ha dejado salir de casa. Es sospechoso, ¿no?

Las otras dos asintieron convencidas y se pusieron manos a la obra: les dijeron a Miranda y a Aymer que esa tarde saldrían a la aldea a jugar. Miranda no parecía de acuerdo con la idea. De hecho, trató de impedirles que fueran pidiéndoles que ayudaran a Aymer en su fragua y a ella con su telar. Ante tantos obstáculos, las tres niñas cruzaron una mirada cómplice: en el pueblo estaba la respuesta.

En un despiste de la pareja, las compañeras salieron de la casa, escabulléndose por una de las ventanas.



Una vez en la calle, deambularon por la aldea y buscaron a alguien con quien hablar para empezar su investigación. Todo el mundo las miraba asombrado, pero ningún enano les decía nada por más que las tres amigas intentaban conversar con ellos. 

Finalmente, después de una tarde de vagabundeo, se sentaron junto a un campo de trigo, sobre una roca calentada por el sol. 

—¡Qué gente tan sosa! ¡No hay manera de sonsacarles nada! —se quejó Nuri. 

—Mejor te callas, renacuaja. Estamos aquí por tu culpa. 

—No empecéis a discutir —intervino Noe—. Lo importante ahora es volver a casa. 

—Como no volvamos volando... —dijo Sora, con guasa. 

—¡Claro! —exclamó Nuri—. ¡Volando! A lo mejor en este mundo hay mariposas gigantes... ¡Podríamos domesticar tres! o quizá haya dragones o... ¡Ya lo tengo! ¡Construyamos un avión! 

—¡Vaya, Nuri! ¡Qué gran idea! —dijo Sora con ironía. 

—¿Te gusta? —preguntó Nuri, entusiasmada. 

—Claro que sí —dijo Sora, con una sonrisa falsa—. Es tan genial como la última que tuviste... 

—¿En serio? ¿Cuál? 

—¡La de tocar esa piedra que te había mordido! —chilló Sora, poniendo los ojos en blanco y meneando la cabeza. 

—Jolín, tía, que lo de las mariposas solo era una idea... Te enfadas con nada, mujer. Relájate un poco. Seguro que saldremos de esta enseguida... 

—Nuri tiene razón —dijo Noe. 

Sora miró a Noe como si fuera una loca. 

—¿Tú también piensas en aviones y mariposas gigantes? —dijo—. ¡Estamos apañadas! 

—¡No! —exclamó Noe, con una sonrisa—. Pero creo que Nuri tiene razón cuando dice que saldremos de ésta. Somos un equipo, ¿no? 

—¡Vaya! —exclamó Nuri, fingiendo un enfado—. ¿Por qué a nadie le gustarán mis ideas? 

Las tres amigas se rieron un momento por su broma, pero después se pusieron un poquito tristes porque no sabían cómo regresar a casa con sus padres. 

Llevaban un buen rato sentadas cuando oyeron a sus espaldas una voz desconocida. 

—¿Qué hacen tres niñas humanas tan tristes por aquí? 

Nuri, Noe y Sora se giraron sobresaltadas. No habían oído llegar a nadie y era casi imposible no hacer ruido al andar por ese terreno pedregoso. 

Quien había hablado era un enano muy viejecito, un poco calvo, con una larga barba blanca y la cara arrugada como una pasa por la edad. Se apoyaba en un bastón adornado con un brillante talismán. El colgante se mecía con cada uno de sus pasos, lanzando destellos dorados.

Noe se fijó en los ojos del ancianito. No las miraba, pero se dirigía a ellas. Era un pobre anciano ciego. Noe se preguntó cómo sabía que eran niñas humanas si no podía verlas.

—¿Quién es usted? —le preguntó Nuri con curiosidad.

—Soy el viejo cuentacuentos de la aldea —respondió el anciano—. ¿Quiénes sois vosotras?

—Yo me llamo Noe. Ellas son mis amigas Nuri y Sora.

El anciano sonrió con simpatía.

—No, niña. No os preguntaba vuestro nombre, sino quiénes sois.

Nuri, Noe y Sora se miraron unas a otras.

—Este viejecito está un poco chiflado —dijo Nuri entre dientes. 

—¡No digas eso, maleducada! —la riñó Sora, dándole una colleja de campeonato.

Noe se acercó al anciano y le cogió la mano.

—Siéntese aquí, señor cuentacuentos —dijo mientras lo conducía hasta la roca en la que habían estado sentadas. 

—Gracias, niña. Eres muy amable. Solo por haberme ayudado, voy a contaros una historia.

Nuri se sentó en el suelo a los pies del anciano, que sonreía de forma amigable.

—¿Una historia? ¡Qué guay! —dijo Nuri, entusiasmada—. Pero que no sea Caperucita Roja. Ésa ya me la sé...

—¡Cállate y déjale hablar, renacuaja! —le regañó Sora.

El anciano se rio al oírlas discutir y se acarició su larga barba blanca, pensativo.

—La historia que os voy a contar es la del valiente rey Ricardo.

—¡Ésa no me la sé! —dijo Nuri.

—¡Chist! —gruñó Sora.

El anciano sonrió y comenzó a relatar.



—Hace no muchos años, había en Onane un príncipe muy valiente llamado Ricardo. Había ganado más de cien batallas y vencido a más de cien trolls gracias a su magia y su inteligencia.

»El príncipe tenía un hermano menor llamado Rasputín, que también tenía el don de la magia. Ricardo lo quería mucho, pero el corazón de Rasputín era de piedra. Ansiaba todo lo que su hermano obtenía a través de tanto esfuerzo y solo deseaba ocupar su lugar.

»Con el paso del tiempo, el príncipe Ricardo se convirtió en rey y percibió el misterioso comportamiento de Rasputín. Veía que hacía conjuros extraños y temió que su envidia lo devorara. Intentó convencerlo para que volviera a la senda del Bien, pero Rasputín se perdió en el camino del Mal.

»Cuando tuvo la fuerza suficiente, Rasputín se alió con los trolls y hechizó a muchos guerreros enanos para combatir contra su hermano. Hubo una lucha terrible...



»Rasputín venció y encerró a Ricardo en la torre más alta de su castillo, con una puerta cerrada con magia y guardada por diez de los guerreros enanos que había hechizado.

—Esta historia no me gusta ni pizca —interrumpió Nuri—. ¡Rasputín es más malo que la peste!

—Escuchemos el final— dijo Noe.

El cuentacuentos sonrió con tristeza y continuó.

—Hay quien dice que, desde la torre en que está encerrado, el rey Ricardo rogó a los dioses por que algún día Rasputín pagara sus crímenes y el pueblo escapara de sus crueles manos.

»Su lamento debió de ser escuchado porque, al día siguiente, profetizó que unas niñas humanas caerían del cielo y liberarían a los ciudadanos de Onane de la tiranía de Rasputín. Y hoy aún las esperamos.

Las amigas se miraron unas a otras. ¡Ellas eran las salvadoras que debían ayudar al rey Ricardo!

—Pero eso debió de ocurrir hace mucho tiempo —dijo Nuri—. Seguro que es de mentira...

—Sí —coincidió Sora—. Solo es un cuento.

Noe se sorprendió: aquella era la primera vez que Nuri y Sora estaban de acuerdo en algo desde que se conocían.

—Preguntémosle al anciano —propuso.

—Oiga, señor cuentacuentos —llamó Nuri—. ¿Es verdad lo que dice su historia? ¡Eh! ¿Dónde se ha metido?

Las niñas miraron a su alrededor, pero el anciano ya no estaba sentado en la roca. Debía haberse marchado tan sigilosamente como había llegado.

—¡Vaya, con el ancianito! —dijo Nuri—. ¡Se ha largado sin decir ni pío!

—A lo mejor tenía prisa... —dijo Sora.

Noe se mantuvo callada y pensativa. Finalmente, dijo:

—No importa. Tenemos lo que queríamos: sabemos por qué estamos aquí. Somos las salvadoras de la profecía del rey.



—¡Qué guay! —exclamó Nuri, entusiasmada—. ¡Somos las heroínas de una profecía! Por cierto, ¿qué es una profecía?

Sora suspiró con cansancio. De mala gana, respondió:

—Una profecía es lo que dice una persona que va a ocurrir en el futuro.

—¡Ah! —dijo Nuri, pensativa—. ¿Cómo mi padre cuando echa quinielas?

Sora volvió a suspirar, exasperada.

—No, canija: como un adivino.

—¡Caramba! —dijo Nuri, asombrada— ¡Igual que el hombre del tiempo cuando dice que va a llover!

Sora meneó la cabeza, cada vez más molesta.

—¡Uf! Mejor lo dejamos. ¡Contigo no hay manera!

Empezaba a anochecer y cada vez se veía menos. Pronto solo se vería la silueta oscura del campo de trigo junto al que estaban sentadas.

—Volvamos a la casa de Aymer y Miranda. Seguro que están preocupados —sugirió Noe—. Ahora que tenemos información, podremos sonsacarles algo más a ellos.







¿Qué os ha parecido este cuarto capítulo? Espero que os haya gustado mucho y os haya dejado con la intriga sobre qué les pasará a las niñas más traviesas de quinto de primaria en Onane, el país de los enanos.

Ojalá os animéis a comprar esta novela para vuestros hijos o para regalársela a algún peque especial. Aclaro que el precio es el más económico que he podido ponerle: 0, 99 euros en formato kindle y 9,87 en formato papel. Aquí os dejo el enlace de compra a Amazon por si os apetece echarle un vistazo (en kindle unlimited está gratis).

A mí siempre me ha gustado regalarles libros a los niños porque es abrirles la puerta al mundo de la imaginación, además de que pienso que un niño que lee es un futuro lector adulto, por supuesto. ¿Vosotros que opináis sobre el tema?

Dejo el debate abierto.

Eso es todo por hoy. 

¡Un abrazoteee!


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