viernes, 28 de octubre de 2016

El poder del medallón: capítulo 4

¡Hola a todos!

Hoy os traigo el cuarto capítulo de El poder del medallón.

Los que ya me conocéis más, sabéis que la semana pasada y la anterior colgué los dos primeros capítulos y el tercero.

Con la portada sigo sin saber cuál elegir. Soy una indecisa, ¿qué le voy a hacer? Lo que sí sé seguro es que aparecerá un cuervo.

Ana Traves, una excelente bloguera y aún mejor amiga, me ha ayudado muchísimo a diseñar dos posibles  portadas nuevas con un cuervo sobre una bola de cristal. Aún no tengo terminada la última, ya que me queda por añadirle un rubí al medallón y algunos reflejos mágicos, pero la semana que viene os las presento sin falta para que, de nuevo, me aconsejéis, ya que quiero tener maquetado el libro para el próximo viernes o, como mucho, para el fin de semana que viene.

De momento, os dejo las tres posibles portadas (recordad que la última no está completa todavía) para que me ayudéis a elegir:






Sin más dilación, os presento el cuarto capítulo de El poder del medallón. ¡Espero que os guste!


EL PODER DEL MEDALLÓN
Noemí Hernández Muñoz
Laura Mendoza Hernández

Capítulo 4
Una antigua leyenda

            Los jóvenes despertaron con muchas energías, desayunaron frugalmente y se pusieron en marcha. En el cielo lucía un sol radiante y la brisa los invitaba a disfrutar del camino, pero los compañeros sólo pensaban en una cosa: conocer  la identidad de los Caballeros del Cuervo. Tenían que encontrarlos pronto y detenerlos o los reyes de Vaneval y Silvest morirían sin remedio.


            La tensión viciaba el ambiente. Neridah y Jairo aún desconfiaban el uno del otro y, aunque no habían vuelto a discutir, ninguno de los dos disimulaba su frialdad. Aarón sugirió contar historias para hacer el viaje más agradable. A Neridah le pareció una buena idea. Aquello les sería útil para distraerse. De todas formas, aquellos guerreros misteriosos podrían estar en cualquier parte.
            Jairo contó la primera. Trataba sobre un caballero que partía de su hogar para vivir aventuras. Después, Aarón tocó su flauta y la música alegró el camino durante un rato. Neridah le tomó el relevo y narró un cuento en el que una ingeniosa campesina salvaba una aldea de las garras de un dragón. La joven advirtió con curiosidad que no sólo se estaba divirtiendo, sino que, además, el príncipe Jairo empezaba  a caerle bien.  Quizá no fuera tan engreído, después de todo.
            Cuando llegó el turno de Earwen, todos la miraron expectantes. Había dicho que conocía muchísimas historias. La campesina se aclaró la voz.
            —La historia que os voy a contar es una vieja leyenda de Silvest —les aclaró antes de comenzar el relato—. Es algo que ocurrió en la antigüedad, hace mucho tiempo. A mí me la contó mi padre, a mi padre se la contó mi abuelo y a mi abuelo se la contó mi bisabuelo. En mi familia creemos que las leyendas antiguas son importantes. Sirven para conocer nuestro pasado y ayudarnos con sus enseñanzas. Por eso no las olvidamos.
            —¿Cómo se llama la leyenda? —le preguntó Neridah con curiosidad.
            Earwen sonrió.
            —Es la leyenda de la Gruta del Miedo y el medallón mágico.
            —¡Me encantan las historias sobre magia! —dijo Jairo, con entusiasmo.
            —Yo, en cambio, detesto la magia —comentó Aarón—. Es algo muy peligroso. Los hechiceros no son gente de fiar...
            El príncipe miró al mensajero con burla en los ojos, pero no dijo nada que pudiera molestarlo. Neridah se dio cuenta de que Jairo despreciaba cualquier sentimiento que se aproximara a la cobardía, pero no dijo nada. De repente, volvía a caerle mal.
Earwen, ajena a la tirantez de Jairo, comenzó su relato.
            —Hace mucho, mucho tiempo, vivía en Silvest un bondadoso mago. Solía refugiarse en los bosques y alimentarse con lo que le daba la naturaleza. En agradecimiento, el mago dedicaba su vida a cuidar de los bosques y de los animales y siempre que los campesinos lo necesitaban, el mago los ayudaba.
            »El mago tenía un medallón mágico muy poderoso. En él residía toda su fuerza. Solía utilizarlo para curar a la gente enferma. Tal era su poder, que libraba a las personas de los más terribles sufrimientos y conseguía vencer las peores epidemias.
            »Un día, un malvado nigromante sintió envidia de sus poderes y juró que se haría con el medallón. El mago no quería que cayera en malas manos, así que se lo llevó a unas lejanas montañas. Usando su magia, formuló un hechizo y abrió una cámara subterránea en la roca.
            »Entró en la gruta que había creado y puso el amuleto en la parte más profunda, dentro de un manantial que brotaba de un peñasco. Tras guardarlo, formuló encantamientos para protegerlo del terrible hechicero.
            »Dicen que inundó parte de la gruta para que unas terribles sirenas creadas por su magia guardaran su tesoro. Si alguien osaba acercarse lo suficiente, ellas cantarían y lo atraerían hasta el lago subterráneo para ahogarlo. Se dice incluso que quien bebe de sus aguas, duerme durante cien años...
            »Hay quien dice que, antes de llegar hasta la laguna de las sirenas, hay que atravesar llamas. Otros aseguran que hay serpientes terribles guardando la entrada de la Gruta. Pero el malvado nigromante era taimado y poderoso y consiguió superar todos los obstáculos de la Gruta.
»Se cuenta que, cuando cogió el medallón, el nigromante fue alcanzado por un último conjuro y el hechizo lo obligó a permanecer para siempre en la Gruta  para guardar el talismán. Su carne se evaporó y sus ojos mataban con la mirada a todo el que se acercara.
            »El bondadoso mago había sido muy listo, pues la maldición que había lanzado sobre el medallón hacía que todo aquél que lo cogiera con intención malvada se convertiera en un espectro errante para guardarlo por toda la eternidad.
            »Muchos son los que han intentado encontrar la Gruta desde entonces. La mayoría no lo ha conseguido y los pocos que la han hallado, no han salido de allí con vida…
            Tras la historia de Earwen, se hizo el silencio. Incluso el viento entre los árboles parecía haber enmudecido. Los demás se miraron unos a otros entre escalofríos. Era una leyenda que ponía los pelos de punta. De pronto, Jairo rompió el silencio.
            —Dices que el poder del medallón es curar a la gente, ¿verdad, Earwen?
            —Así es, alteza —confirmó la campesina—. Podía sanar cualquier enfermedad, incluso las más peligrosas.
            Neridah lo miró, adivinando lo que pensaba. El príncipe quería buscar el talismán mágico para salvar la vida de sus padres. Era una idea descabellada, pero, ¿qué otras opciones tenían? Cruzó una mirada con Aarón. El mensajero también estaba calibrando aquella posibilidad.
            —Earwen —intervino Aarón con voz tranquila—, ¿estás segura de que ese amuleto existió de verdad?
            La campesina le dirigió una mirada indignada.
            —¡Claro que existió! Mi familia conoce esta leyenda desde hace muchos años. Mi padre nunca me contaría una historia que fuera mentira.
            Jairo sonrió al tiempo que Neridah fruncía el ceño, pensativa. ¿Sería aquella la respuesta a sus problemas? Era demasiado desconcertante como para ser cierto.
            —¿Dónde podemos encontrar el medallón? —preguntó Jairo, ansioso—. ¿Crees que podría curar también una enfermedad mágica?
            La campesina lo miró con sorpresa. No sabía lo que estaba pasando entre los reinos de Vaneval y Silvest. El día anterior, los príncipes y el mensajero habían estado hablando, pero ella había estado tan asustada que no había prestado atención.
            —Supongo que sí. El poder del medallón era grande y podía curar cualquier cosa, según la leyenda. Era muy poderoso.
            —¿Y dónde podríamos encontrarlo? —intervino Neridah.
            No quería entusiasmarse demasiado con la idea, pero entrar en  una gruta y encontrar un medallón con poderes curativos comenzaba a parecerle una tarea más sencilla que localizar a unos caballeros que se habían esfumado como fantasmas. A su lado, Jairo y Aarón asentían, ansiosos.
            Earwen los miró a los tres, cada vez más sorprendida.
            —No sé dónde está. Sólo sé que en un lugar secreto entre las montañas. De todas formas, ¿para qué lo queréis? La Gruta está llena de peligros. No es buena idea ir allí.
            Neridah y Jairo la miraron suplicantes desde lo alto de sus caballos, que se habían detenido en mitad del camino.
            —Tenemos que saberlo, Earwen —replicó Neridah—. Nuestros padres están muy enfermos. Creemos que es una enfermedad mágica, porque ningún médico ha sido capaz de curarla.
            —También pensamos que los caballeros que atacaron tu aldea han sido quienes les han enviado esa enfermedad. Encontrarlos va a ser muy difícil, porque no sabemos dónde están. Cada día que pasa, la salud de nuestros padres empeora. ¡Tienes que decirnos dónde está esa gruta! —completó Jairo.
            Earwen estaba demasiado sorprendida como para hablar. Aarón, que compartía su montura con ella, se giró para mirarla.
            —Earwen, los príncipes están muy preocupados por su familia. Si nos dices dónde se encuentra la gruta, quizá podríamos salvar su vida. Con los reyes al mando de Silvest, conseguiríamos expulsar a los Caballeros del Cuervo, encontrar a tus padres y liberar a todos los prisioneros...
            La voz de Aarón era tranquila y grave. La campesina reaccionó y levantó la mirada del suelo para enfrentarse a sus rostros.
            —No sé dónde está la Gruta del Miedo —dijo, con voz temblorosa—. Si mi padre lo sabía, no me lo contó nunca. Yo sólo conozco la leyenda, pero…
            Sobre el grupo de amigos pasó un cuervo, que sobrevoló la cabeza de Earwen mientras hablaba. La campesina se protegió la cabeza con las manos y gritó asustada. El cuervo siguió volando y se alejó un poco, hasta posarse en la rama de un árbol cercano. Una vez allí, plegó las alas y los observó en silencio, sin emitir un solo graznido.
            Aarón miró de reojo al ave y puso una mano protectora sobre el hombro de la campesina.
            —No te preocupes—le dijo—. Ya se ha ido.
            Earwen miró al mensajero con el rostro pálido y los ojos muy abiertos.
            —No lo entendéis. Los cuervos son pájaros de mal agüero. Cuando vuelan sobre la cabeza de alguien, traen mala suerte...
            Neridah puso los ojos en blanco y meneó la cabeza.
            —Eso es sólo una superstición. Los cuervos sólo son pájaros —dijo.
            Earwen no respondió a sus palabras, pero miró hacia la rama donde se encontraba el ave con expresión ceñuda.
            —A mí tampoco me gustan los cuervos —comentó Aarón, echándole otra mirada de soslayo al animal, que seguía en el árbol mirándolos de forma altanera—. Son los mensajeros de los nigromantes.
            —Eso no son más que tonterías de viejas —cortó Jairo—. Sigamos hablando del medallón. No creo que  podamos encontrar a los Caballeros del Cuervo. No sabemos ni por dónde empezar. Si, al menos, supiéramos dónde está esa gruta, podríamos coger el talismán y curar a nuestros padres.
            —Yo también pienso como vos, Jairo —dijo Neridah con voz abatida—. Pero si no sabemos dónde hallarla, no merece la pena pensar en ella. Lo mejor es seguir la pista de los Caballeros.
            Apenas terminó de hablar, Jairo frunció el ceño. Neridah supo que iba a cuestionar su decisión. En cuestión de instantes, los dos jóvenes empezaron a discutir.
            —Deberíamos buscar la Gruta.
            —¿Y cómo piensas encontrarla, listillo? —le replicó Neridah—. Apenas conoces Silvest. Te perderías al instante. Además, ni siquiera sabemos si existe o no. Debemos buscar a los Caballeros.
            —¿Ah, sí? ¿Y con qué ejército piensas detenerlos? Por si no te has dado cuenta, sólo somos cuatro y no creo que tu querido tío Otis te mande refuerzos para encontrar a unos Caballeros que han desaparecido sin dejar rastro… —casi gritó Jairo.
            Neridah enrojeció de ira y frunció el ceño con enojo, crispando los puños.
            —Pues, si tú…
            De pronto, un agudo silbido que dañaba los oídos interrumpió el curso de la discusión y los obligó a guardar silencio. Los dos jóvenes se volvieron hacia Aarón, que los observaba con ojos serenos. Aún tenía los dedos en los labios y parecía dispuesto a volver a silbar.
            —Discutiendo no vais a ayudar a vuestros padres —les dijo.
            Neridah miró a Jairo avergonzada. El príncipe le devolvió una mirada igual de azorada, pero no se disculpó. Neridah sabía que el mensajero tenía razón, pero era incapaz de superar su orgullo. ¡No se rebajaría delante de ese príncipe engreído!
            Earwen rompió aquel silencio incómodo.
            —Hay alguien que puede saber dónde está el medallón —dijo con timidez.
            Los demás la miraron expectantes. Earwen continuó hablando, sin despegar la vista del suelo.
            —En el bosque de Kumeor vive una bruja muy poderosa. No queda lejos de aquí. Seguro que sabe dónde buscar el medallón... Pero será peligroso. En la floresta viven muchas criaturas mágicas. Algunas son buenas, como las hadas, pero la mayoría son malvadas. Y dicen que los trasgos son terribles…
Por primera vez desde que se conocían, Neridah y Jairo se pusieron de acuerdo en algo: irían a visitar a esa bruja. Cualquier peligro que tuvieran que correr merecería la pena si podían salvar a sus padres.
Sin pensarlo dos veces, cambiaron el rumbo en dirección al bosque de Kumeor. Allí encontrarían las respuestas que necesitaban.

            Todavía sobre la rama del árbol, el cuervo observó atentamente al grupo mientras cabalgaba en dirección al bosque. Con un graznido, saltó de la rama para volar tras ellos. Sus ojos cambiaron de color y brillaron rojos entre su plumaje negro.


¿Qué os ha parecido este capítulo? Si os ha gustado o queréis leerlo con más tranquilidad, ya sabéis que podéis descargar los cuatro primeros capítulos juntos desde aquí en formato pdf.

La semana que viene colgaré el quinto capítulo. Será el último que deje en el blog (la novela, en total, tiene dieciocho), ya que, si no, soy capaz de colgar el libro entero, ja, ja, ja.

Y como siempre, vuestros comentarios y consejos son bienvenidos.


2 comentarios:

  1. Buen o, bueno... Ya sabemos algo más sobre el título y la portada. Cómo ya sé que a estas alturas está todo hecho, no voy a opinar sobre ellas, pero creo que has logrado un buen trabajo. En cuanto al relato, creo que crece en interés a medida que avanza. Promete un sinfín de aventuras llenas de personajes de todo tipo y, además esta muy bien narrado, con técnica impecable. Te deseo mucho éxito con la publicación Noemí. Cómo yo voy a mi ritmo, cuando llegue a las siguientes entradas ya me enteraré de más detalles sobre esa publicación.
    Aprovecho para decirte que no dejo de leerme tus contestaciones a mis comentarios y que agradezco mucho también. Nos leemos prontito de nuevo
    Besos

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    1. ¡Gracias por comentar, Isidoro! Lo cierto es que quedé bastante satisfecha con la portada. Sin la ayuda de Ana y los consejos de tanta gente, no habría quedado igual.
      Me alegro de que te esté gustando "El poder del medallón". Lo escribí con mucho cariño, pero creo que me costó más corregir los infinitos fallos que tenía en el manuscrito original (y aún así, estoy segura de que no pude suplir todos los errores, ya que es tarea imposible dejar una obra perfecta) que escribirla. Eso sí: aventuras hay de sobra. Si no, sería imposible mantener la atención de los niños.
      De momento, sólo se han vendido dos copias y eso ya son dos copias más de las que esperaba, ja, ja, ja. Así que me doy por satisfecha, incluso si no se llegara a vender ningún ejemplar más.
      Un abrazote

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